“A novohispanic chalice-monstrance in the Royal Monastery of Saint Thomas of Ávila. Contributions for the study of the treasure”

David Sánchez Sánchez[1]

ISSN: 2340-843X

Recibido: 02-06-2020
Aceptado: 29-07-2020

Resumen


Después de la invasión francesa y de la expulsión de los frailes dominicos del Monasterio de Santo Tomás de Ávila en el siglo XIX, el antiguo tesoro del lugar desapareció completamente. Cuando los religiosos volvieron trajeron consigo un nuevo ajuar litúrgico formado por objetos pertenecientes a distintos monasterios del país. El objetivo de este artículo es dar a conocer algunas de las piezas mencionadas en los documentos y otras depositadas en la sacristía, particularizando en un cáliz-custodia inédito realizado en el Virreinato de Nueva España.

Palabras clave: Platería, Ávila, monasterio, Orden de Predicadores, cáliz, custodia, novohispano, Oaxaca, México.

Abstract


After the French invasion and the expulsion of the Dominican friars from the Monastery of Saint Thomas of Ávila in the 19th century, the former treasure of the place completely disappeared. Several years later monks came back and brought with them silver objects for the Holy Mass use, belonging to different monasteries of Spain. The aim of this paper is to introduce some of the pieces mentioned in the documents and others preserved in the sacristy, especially an unpublished chalice and monstrance made in The Viceroyalty of Nueva España.

Keywords: Silverwork, Avila, monastery, Order of Preachers, chalice, monstrance, New-Hispanic, Oaxaca, Mexico.

 

El monasterio hasta la exclaustración


El Real Monasterio de Santo Tomás de Aquino es una de las instituciones religiosas de mayor transcendencia histórica y artística de la ciudad de Ávila. Su fundación quedó dispuesta en las últimas voluntades del tesorero de los Reyes Católicos, don Hernán Núñez Arnalte (†1480). Los responsables de la construcción del lugar fueron su viuda, doña María Dávila, notable promotora artística y dama de confianza de la reina Isabel[2], y fray Tomás de Torquemada, primer inquisidor general de Castilla y Aragón. El fraile dominico estableció aquí la sede del Tribunal de la Inquisición, residió en este lugar durante los últimos años de su vida y fue enterrado en él. Los propios monarcas habrían ejercido como protectores del nuevo monasterio y lo eligieron como el lugar de sepultura de su único hijo varón, el príncipe Juan (†1497).

El maestro de obras de Santo Tomás fue Martín de Solórzano, acaso precedido por el principal alarife de finales del siglo XV en Castilla, Juan Guas[3]. Además de su fábrica, definida por Gómez-Moreno como «vastísima y suntuosa»[4], la relevancia artística del conjunto monástico está avalada por el nombre de quienes trabajaron allí. A los escultores Gil de Siloé y Diego de la Cruz, o a su escuela, se les atribuye la imaginería del pórtico[5]; Domenico Fancelli fue el autor del sepulcro del infante don Juan, referente artístico del primer Renacimiento italiano en España; y Juan de Arévalo y Pedro de Salamanca, maestros de la llamada escuela de escultores de Ávila, fueron responsables de labrar las sepulturas de Núñez Arnalte y de los ayos del príncipe[6]. De Pedro Berruguete son las series pictóricas, que comprendían el retablo mayor y dos retablos laterales dedicados a santo Domingo de Guzmán y a san Pedro de Verona[7].

Durante el siglo XVI Santo Tomás se convirtió en un centro académico además de espiritual. En el año 1504 se estableció en el monasterio el Estudio General de la Orden de Predicadores, que posteriormente se erigió en universidad mediante la licencia de 1576 concedida por el papa Gregorio XIII, para otorgar grados tanto a religiosos como a laicos[8]. Durante este periodo santa Teresa de Jesús visitó frecuentemente el lugar, donde residían algunos de sus confesores, como el padre Báñez, y donde experimentó uno de sus arrobamientos o éxtasis, según informa en el Libro de la Vida.

El monasterio-universidad continuó gozando de gran prestigio a lo largo del siglo XVII, a pesar de las dificultades financieras que atravesaba el Estado. Alcanzó su culmen académico durante la segunda mitad del siglo XVIII, cuando entre los licenciados figuraban destacados personajes, como Gaspar Melchor de Jovellanos.

La llegada del siglo XIX supuso el declive de Santo Tomás, tanto de la institución académica como de la religiosa. Las nuevas leyes reguladoras de la enseñanza universitaria condujeron al cierre provisional del Estudio en 1807 y definitivamente en 1824[9]. La invasión de las tropas napoleónicas, que se asentaron en las dependencias claustrales, provocó la salida de los dominicos por primera vez en 1808. Después de la expulsión de los franceses y tras regresar en el año 1815, la comunidad de religiosos abandonó el monasterio por segunda vez a finales de 1835, en el marco de los procesos de exclaustración y desamortización decretada por Juan Álvarez Mendizábal.

El conjunto arquitectónico del extinguido monasterio fue adquirido en 1844 por el abulense José Bachiller, quien quiso conservarlo íntegramente y emprendió algunas labores de mantenimiento, sin destinar las dependencias a usos alternativos[10]. Esto permitió que, una vez comprado por la reina Isabel II, fuera traspasado íntegramente y en buen estado al obispo de Ávila fray Fernando Blanco (prelatura entre 1857 y 1875)[11], para convertirlo primero en seminario y, finalmente, devolverlo a la Orden de Predicadores en el año 1875[12].

 

Pérdida de alhajas e incorporación de nuevas piezas


Los acontecimientos de las primeras décadas del Ochocientos tuvieron repercusiones nefastas en el patrimonio artístico del antiguo monasterio de Santo Tomás. Se destruyeron las sepulturas de Torquemada y de Núñez Arnalte, se mutilaron otros grupos escultóricos y se profanó el sepulcro del príncipe Juan, se expoliaron libros, se incautaron las series pictóricas de Pedro Berruguete que hoy se exponen en el Museo Nacional del Prado –salvo las pinturas del retablo del altar mayor–, y se saquearon vasos sagrados y otros ornamentos pertenecientes al tesoro.

Durante el tiempo en que el edificio quedó deshabitado, el cabildo catedralicio de Ávila hizo importantes esfuerzos para preservar algunos bienes que aún se conservaban allí. La documentación informa acerca de las intenciones de los capitulares para salvaguardar la magnífica sillería gótica que todavía preside el coro del monasterio, y de trasladar a la catedral los libros corales que encontraron[13]. También se procedió a poner a buen recaudo el llamado “Sacramento de los Herejes o de los Judíos”, una Sagrada Forma incorrupta vinculada al proceso inquisitorial del Santo Niño de La Guardia[14], que se encontraba en el monasterio desde que tuvieron lugar los acontecimientos en el año 1491[15].

Aunque la Hostia se ha conservado, y fue devuelta a su lugar de origen tras el regreso de la comunidad de dominicos[16], no ocurrió lo mismo con el relicario. Los documentos del archivo monasterial informan de que se guardaba en una custodia de rayos dorados y «dos manceros colgantes» o asas, donde se exponía para la veneración pública. Según los apuntes del padre Cienfuegos tomados de los libros de cuentas, el viril de plata costó 3.000 reales en el año 1714[17]. Con anterioridad la Sagrada Forma se guardaba en una cajita de nácar y filigrana de plata, donada para tal efecto, junto a otras alhajas de oro y plata, por la princesa Margarita, viuda del infante don Juan[18].

Tras la segunda salida de los frailes en el año 1836, el cabildo elaboró un memorial con los bienes que aún se encontraban en la sacristía[19]. Son un total de setenta y dos asientos, principalmente vestiduras y ropas de altar, con referencias sobre algunas alhajas. Fueron recogidas por una serie de comisionados del obispado y repartidas en distintos lugares de la diócesis[20]. En el texto dijeron haber hallado tres cálices de plata –uno con el pie de bronce–, tres patenas y cucharillas, dos copones pequeños, dos vinajeras muy viejas y una custodia de bronce. Un cáliz con su patena y cucharilla se entregaron a la capilla de San Miguel, en la ciudad[21]; un cáliz y la custodia de bronce a la parroquia de la villa de Santa Cruz de Pinares; el cáliz con el pie de bronce fue para la parroquia de la localidad de La Torre; y los dos copones y las vinajeras a la desaparecida iglesia parroquial de San Pedro de Linares, en Ávila[22].

Por lo tanto, cuando los dominicos volvieron a instalarse en las dependencias del monasterio habían desaparecido casi todos los enseres del antiguo ajuar litúrgico. Solo se conservaron seis blandones de azófar dorado, definidos en la documentación como seis candeleros de oja de lata grandes. Todos incorporan el escudo de los Reyes Católicos, un distintivo que anuncia el patrocinio regio del lugar durante la primera etapa de actividad del monasterio, antes del año 1492, ya que no incorpora la granada[23].

En el contexto del regreso de la vida consagrada debemos atender a la reubicación o distribución de todo tipo de bienes y alhajas pertenecientes, en origen, a otros cenobios desaparecidos a lo largo del siglo XIX. Así ocurrió, por ejemplo, en el monasterio de San Millán de la Cogolla que, tras la exclaustración de los monjes benedictinos, recibió una comunidad de agustinos recoletos y varias piezas nuevas que se integraron en el ajuar litúrgico[24].

En el caso de Santo Tomás de Ávila, con el reinicio de la actividad monástica llegaron obras de arte destacadas, como el grupo escultórico del Abrazo de santo Domingo y san Francisco, obra de Luis Salvador Carmona, realizada entre 1755 y 1760, procedente del monasterio de San Francisco de Alcalá de Henares[25], y varias piezas de orfebrería que pasaron a constituir el nuevo tesoro.

Entre ellas señalamos dos cálices inéditos. El primero presenta la marca de la localidad de Salamanca (toro pasante sobre puente) junto a la de Francisco Villarroel y Galarza (VILLA/ROEL) –solo se aprecia la parte superior–, que desempeñó el cargo de marcador de la ciudad del Tormes entre 1707 y 1749, manteniendo su actividad como artífice[26]. La ausencia de otras marcas podría llevar a pensar que también estaría actuando como autor, aunque no es un hecho determinante, como se ha comprobado en otras piezas, pertenecientes a colecciones públicas y privadas[27], que incorporan su distintivo.

El cáliz podría fecharse en el primer cuarto del siglo XVIII, ya que en lo estructural se mantiene deudor del modelo practicado en las últimas décadas del siglo anterior, aunque incorpora una mayor carga ornamental. Tiene pie circular con abundante decoración floral en la superficie, abultada y efectista, acorde con el modelo barroco imperante; el nudo es periforme invertido con acantos y la copa acampanada con cabezas aladas de ángeles y motivos vegetales cincelados en la parte inferior[28] (Fig. 1).

Fig. 1: Cáliz. ¿Francisco Villarroel y Galarza? c. 1700-1725. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

Fig. 1: Cáliz. ¿Francisco Villarroel y Galarza? c. 1700-1725. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

El segundo cáliz es una exuberante pieza rococó realizada por el platero madrileño Baltasar de Salazar según acredita la presencia de su cuño (B·SA/LAZR)[29], acompañado del distintivo del marcador Félix Leonardo de Nieva (54/NIE/VA) y el propio de la Villa de Madrid (oso y madroño coronados). Es una pieza fechable entre 1754 y 1761, años en los que Leonardo de Nieva mantuvo la misma marca[30].

La composición es elegante y estilizada, con una base de notable desarrollo en altura y abundante uso de rocalla, recurso que Baltasar de Salazar también utilizó en el pie de una custodia de mano que realizó para la catedral de Ávila en 1753. El astil se levanta sobre un gollete y presenta una sección cruciforme por la proyección de una suerte de baquetones que recorren toda la pieza, desde el plinto del pie hasta la copa. El nudo se compone de toro superior con decoraciones de cuatro cabezas aladas y cuerpo campaniforme invertido. La parte inferior de la copa, bajo un bocel, se decora con motivos iconográficos eucarísticos –haz de espigas, urna, cáliz y racimo de uvas– encerrados en medallones formados por ces afrontadas y rocalla[31] (Fig. 2)

Fig. 2: Cáliz. Baltasar de Salazar.1754-1761. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

Fig. 2: Cáliz. Baltasar de Salazar.1754-1761. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

En ninguno de los dos casos podemos precisar la procedencia de las piezas. Tanto Francisco Villarroel como Baltasar de Salazar fueron dos de los plateros más activos en sus ciudades de procedencia, sus marcas aparecen en distintos puntos de la geografía nacional y de ambos se conocen ejemplos artísticos en la catedral de Ávila, que durante el siglo XVIII recurrió frecuentemente a los talleres de platería de Salamanca y Madrid para renovar su ajuar litúrgico con la incorporación de piezas de notable transcendencia.

 

El cáliz-custodia novohispano


Por encima del resto de piezas de plata que ahora conforman el tesoro del monasterio sobresale un cáliz-custodia, tanto por sus particularidades estilísticas como por su origen y benefactor, que conocemos gracias a la inscripción que circunda el perímetro del pie:

DIO ESTA CVSTODIA A SU CONVENTO DE STO DOMINGO Ð GVSMÃ DE LEÓN
EL YLLMO Y RM SR DN FRAI THOMÁS Ð MONTEROSSO, OBISPO Ð OAXACA,
HIJO
ÐL DICHO CÕBENTO, ORA PRO EO

Según los datos extraídos de su testamento, el obispo fray Tomás de Monterroso habría nacido en la localidad leonesa de Barrillos en torno a los años 1608-1609 y tomó los hábitos de la Orden de Predicadores en el monasterio de Santo Domingo de León (España)[32]. Posteriormente se habría trasladado a la Corte. Entre otros cargos que ostentó, fue prior del Hospicio de la Pasión de Madrid, antes de ser promovido a dirigir la diócesis de Antequera-Oaxaca (México) en el año 1664[33], siendo propuesto para el nombramiento por el propio Felipe IV[34]. Ocupó la sede hasta su muerte en el 1678.

Las referencias biográficas sobre el obispo Monterroso destacan su condición de promotor de las artes, que habría manifestado a través de reformas estructurales en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Oaxaca y mediante la donación de pinturas a distintos lugares de su obispado[35]. Una nota incorporada en el expolio de sus bienes señala que remitió varias «alhajas y preseas» a la iglesia parroquial de su localidad natal y a otros lugares de España no especificados. Juzgamos que entre las dádivas estaría el cáliz-custodia remitido al monasterio dominico de León en el que profesó, donde también dejó instituidas dos obras pías[36].

La comunidad de frailes de Santo Domingo de la capital leonesa remonta su fundación al siglo XIII y habría vivido su época de esplendor entre los siglos XVI y XVII, coincidiendo con la presencia de Monterroso[37]. Al igual que ocurrió en Santo Tomás, el lugar sufrió la acción de las tropas francesas y quedó abandonado definitivamente pocas décadas después, motivo por el que acabaría recalando en Ávila el cáliz-custodia donado por el obispo[38].

La pieza presenta un pie formado a partir de ocho lóbulos, cuatro mayores y cuatro menores. En los primeros se muestran relieves de la vida de Jesucristo (Natividad, Flagelación, Crucifixión y Camino del Calvario), mientras que los segundos representan a cuatro santos, identificables como los evangelistas sosteniendo el libro de sus escritos (Fig. 3).

Fig. 3: Cáliz-custodia (detalle del pie). Anónimo novohispano. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

Fig. 3: Cáliz-custodia (detalle del pie). Anónimo novohispano. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

El astil se levanta sobre una basa en tres niveles con decoraciones de cabezas aladas de ángeles, alternadas con espejos ovalados y motivos florales. El nudo se dispone entre bulbos con acantos y cabezas, tiene forma de templete circular con sencillas columnas abalaustradas exentas y presenta seis relieves de santos masculinos y femeninos. Son figuras de tratamiento arcaico, rasgos severos, ojos almendrados y ataviados con indumentarias de pliegues muy marcados, sin atributos específicos que les individualicen.

En la subcopa también aparecen seis figuras de santos, enmarcadas por elementos vegetales en la parte inferior y arquerías decoradas con roleos. Entre los relieves cuelgan campanillas que anuncian el otro uso de la pieza como expositor del Santísimo Sacramento (Fig. 4).

Fig. 4: Cáliz-custodia (sin el expositor). Anónimo novohispano. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

Fig. 4: Cáliz-custodia (sin el expositor). Anónimo novohispano. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

El ostensorio queda dividido en tres cuerpos. La zona inferior haría las veces de sobrecopa, habitual en piezas contemporáneas, y presenta otras seis figuras de santos dominicos en su perímetro, dispuestos bajo arquerías de sogueado sustentadas por columnas de capiteles jónicos y fustes formados por hojas, con clípeos florales en las enjutas. Las imágenes están ataviadas con el hábito y la capa de la Orden de Predicadores y algunas exhiben atributos iconográficos. Se muestra a santo Domingo de Guzmán llevando un ramo de azucenas en una mano y lo que parece ser la biblia en la otra; san Pedro de Verona con una hoja de palma y el cuchillo de su martirio clavado en la cabeza; santo Tomás de Aquino con la pluma y la maqueta de una iglesia, que subrayan su condición de doctor; un cuarto dominico, acaso san Vicente Ferrer, encaramado en lo que podría ser un púlpito, en relación a su labor como predicador, levantado una mano en actitud de declamar y con una pequeña cruz en la otra; y dos santos más que sustentan una cruz y una pluma, respectivamente.

El cuerpo intermedio o nudo del expositor se eleva sobre una base circular con cabezas de ángeles y tiene forma de jarrón con cuatro asas. Entre cada una de ellas vuelven a aparecer figuras con aureola. Encima se dispone el sol para alojar la Sagrada Forma. Está rodeado por dos anillos de rayos, los primeros rectos biselados y los segundos ondulantes –falta uno– enlazados entre sí, en una composición poco frecuente. Queda coronado por una cruz de brazos lisos rematados por bolas, dispuesta sobre una cabeza alada, adorno que también aparece en la parte inferior, sobre el jarrón (Fig. 5).

Fig. 5: Cáliz-custodia. Anónimo novohispano. Cáliz y sobrecopa: último tercio del siglo XVI. Sol: anterior a 1678. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

Fig. 5: Cáliz-custodia. Anónimo novohispano. Cáliz y sobrecopa: último tercio del siglo XVI. Sol: anterior a 1678. Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Fotografía del autor.

Aparte de la inscripción de donación, no contiene marcas visibles que proporcionen información sobre su origen o autoría.

La pieza conservada en Ávila muestra analogías estructurales con un cáliz del Museo Metropolitano de Nueva York, realizado en el tercer cuarto del siglo XVI por Antón Dantés, platero de origen sevillano asentado en Ciudad de México[39]. La base de este también está formada por ocho lóbulos, cuatro mayores y cuatro más pequeños, con relieves en la superficie. El nudo tiene forma de templete hexagonal en dos niveles, con columnas abalaustradas en las esquinas y presenta imágenes de la subcopa con la misma disposición que las del cáliz de Santo Tomás, es decir, acogidas por arcos y con campanillas, desaparecidas, entre ellos[40]. En opinión de Cristina Esteras el cáliz también habría servido originalmente como custodia, habiendo perdido el ostensorio con el paso de los años.

La misma investigadora señala que la tipología del pie y el nudo del astil remiten a ejemplos sevillanos y de mediados del siglo XVI, que también se pueden localizar en la platería de Guatemala, caso de la cruz de altar conservada en el County Museum of Art de Los Ángeles[41], o un cáliz de la colección Várez Fisa[42]. Características similares se repiten, aunque con mayor contención decorativa, en un cáliz conservado en el Museo Arocena de Torreón (México) fechado en el siglo XVII[43], lo que revela la pervivencia del modelo.

En cuanto al sol o expositor del Santísimo, es similar al de algunos ejemplos de custodias oaxaqueñas de principios del siglo XVIII conservadas en España, que mantienen la distribución de los rayos y la presencia de las cabezas de querubines. El más parecido es el de la parroquia de Barásoain (Navarra)[44], mientras la de Cumbres Mayores (Huelva) tiene las mismas características, aunque mayor carga decorativa, al incorporar piedras en el punto de unión de los rayos rectos y los ondulantes[45], igual que otra custodia procedente de Oaxaca expuesta en el museo Franz Mayer de México[46].

 

Conclusiones


Los avatares que sufrió el monasterio de Santo Tomás de Aquino de Ávila durante el siglo XIX hicieron necesario componer un nuevo ajuar litúrgico cuando se recuperó la vida conventual en el último cuarto de siglo. Tras la desaparición de los bienes que componían el tesoro se trajeron otras piezas destacadas procedentes de distintas latitudes, como los dos cálices realizados en el siglo XVIII por el salmantino Francisco Villarroel y el madrileño Baltasar de Salazar, y el cáliz-custodia de origen novohispano, que en su día fue un regalo para el convento de Santo Domingo de Guzmán de León.

Esta singular obra evidencia características propias el estilo renacentista de la segunda mitad del siglo XVI, como el pie polilobulado, la abundancia de figuras, el uso de cabezas aladas de ángeles y los motivos vegetales. Otros elementos anuncian recursos manieristas, como la sobriedad arquitectónica del nudo del cáliz y la forma de jarrón con asas que presenta el nudo del expositor. En cambio, la tipología del viril remite al siglo XVII, por ser el momento de desarrollo de las custodias de tipo sol con haces de rayos, lo que lleva a pensar que se trata de una transformación del ostensorio original, realizada en tiempos del obispo Monterroso. Solamente se habría modificado el sol, no así el soporte que sirve de unión a la copa, ya que responde a los mismos planteamientos que el resto de la pieza.

A tenor de lo expuesto, consideramos que el cáliz-custodia fue realizado en México, quizás en la misma Oaxaca, en el último tercio del Quinientos, según anuncian las similitudes estructurales y ornamentales con otros ejemplos de platería novohispana. Las representaciones de los principales santos dominicos en el perímetro de la copa indican que tuvo su origen en un centro de la Orden de Predicadores del Virreinato.

El sol del expositor se habría modificado antes de enviar la pieza a España, siguiendo un planteamiento original, propio de la platería de Oaxaca. Estaríamos ante un ejemplo temprano de este tipo de expositores, anterior a 1678, residiendo aquí su importancia, ya que el resto de ejemplos documentados son del siglo XVIII.

 

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SOBRINO CHOMÓN, Tomás. Episcopado abulense del siglo XIX. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 1990. ISBN: 8486930308.

YÁÑEZ GARCÍA, Juan Manuel. Un “predicador excelente del pincel”. El obispo de Antequera fray Tomás de Monterroso (1664-1678). [En línea] Ensayo académico para la obtención del grado de Maestro en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma de México, 2011 [consulta: 20 de abril de 2020]. Disponible en: http://132.248.9.195/ptd2012/febrero/0677475/0677475_A1.pdf

 

 


Notas:

[1]  Universidad de Salamanca / Universidad Católica de Ávila. dss@usal.es

[2] CABALLERO ESCAMILLA, S. María Dávila, una dama de la reina Isabel: promoción artística y devoción. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 2010.

[3] CAMPDERÁ GUTIÉRREZ, B. I. Santo Tomás de Ávila: Historia de un proceso crono-constructivo. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 2006, pp. 100-136.

[4] GÓMEZ-MORENO, M. Catálogo monumental de la provincia de Ávila. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 1983, p. 184.

[5] FRANCO MATA, Á. Escultura gótica en Ávila. León: Fundación Las Edades del Hombre, 2004, pp. 23-24; Caballero Escamilla, S. Iconografía del prestigio. La escultura gótica monumental del convento de Santo Tomás de Ávila. Res Publica. Revista de filosofía política, 2007, 18, p. 400.

[6] Ruiz-Ayúcar, E. Sepulcros artísticos de Ávila. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 1985, pp. 113-117; Ruiz-Ayúcar Zurdo, M. J. La primera generación de escultores del s. XVI en Ávila. Vasco de la Zarza y su escuela. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 2009, pp. 382-387.

[7] Algunos estudios acerca del trabajo de Pedro Berruguete en el monasterio de Santo Tomás. Silva Maroto, P. Pedro Berruguete. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2001; Rodríguez Almeida, E. El testamento espiritual de Pedro Berruguete en Ávila. Ávila: Caja de Ávila, 2003; Caballero Escamilla, S. Los santos dominicos y la propaganda inquisitorial en el convento de Santo Tomás de Ávila. Anuario de estudios medievales, 2009, 39/1, pp. 357-387.

[8] Sánchez Caro, J. M. Humanismo y religiosidad en Ávila. En: G. MARTÍN GARCÍA, coord. Historia de Ávila V. Edad Moderna. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 2013, p. 676.

[9] Herráez Hernández, J. M. Estudiantes en los claustros. La universidad del monasterio de Santo Tomás de Ávila. En: F. J. CAMPOS Y FERNÁNDEZ DE SEVILLA, coord. Monjes y monasterios españoles. Madrid: Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, 1995, PP. 457-494.

[10] Ruiz-Ayúcar Zurdo, I. El proceso desamortizador en la provincia de Ávila (1836-1883) Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 1990, pp. 49-50.

[11] Sobrino Chomón, T. Episcopado abulense del siglo XIX. Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 1990, pp. 165-257.

[12] BELMOTE DÍAZ, J. La ciudad de Ávila. Estudio histórico. Ávila: Caja de Ahorros de Ávila, 1986, pp. 332-333.

[13]Libro de actas capitulares de 1809. Archivo Diocesano de Ávila (ADAV) Sección Archivo Catedralicio, ff. 134r-135r.

[14] Según el relato, un hombre judío había robado una hostia consagrada para profanarla en rituales mágicos, pero fue delatado por los destellos de luz que surgieron de ella cuando entró en la catedral abulense. Tras su detención, habría confesado el supuesto martirio de un niño cristiano en la localidad de La Guardia (Toledo), perpetrado junto a otros judíos.

[15] Martínez Moreno, M. Historia del martirio del Santo Niño de La Guardia. Madrid: Imprenta de Tejado, 1866, pp. 78-84.

[16] Cienfuegos, C. Breve reseña histórica del Real Colegio de Santo Tomás de Ávila. Madrid: Imprenta de L. Aguado, 1895, p 112.

[17] CIENFUEGOS, ref. 16, p. 101.

[18]  CABALLERO ESCAMILLA, ref. 7, p. 369.

[19]Legajo Corto nº 7. ADAV. Sección Archivo Catedralicio. Doc. 12

[20]Nota de alhajas correspondientes al monasterio de Sto. Tomás de Ávila. ADAV. Sección Archivo Episcopal y de Curia. Caja 14.302. Legajo sin numerar.

[21]  Desaparecida. Antiguamente situada en el entorno de la calle homónima.

[22]  El prior del monasterio dominico era también el párroco privativo de este lugar. Los registros sacramentales de la parroquia continuaron hasta los primeros años del siglo XX.

[23] Martínez-Burgos, P. Blandones. En: F. CHECA CREMADES, comisario. Reyes y Mecenas [Catálogo de la exposición]. Toledo: Ministerio de Cultura, 1992. p. 486.

[24]  Véase: Arrúe Ugarte, B. La platería en el monasterio de San Millán de la Cogolla, de Yuso (La Rioja). En: A. CAÑESTRO DONOSO, coord. Scriptaartium in honorem prof. José Manuel Cruz Valdovinos. Alicante: Universidad de Alicante, 2018,Vol. 1, pp. 56-77.

[25] Martín González, J. J. Luis Salvador Carmona, escultor y académico. Madrid: Alpuerto, 1990. p. 277.

[26]  Acerca de este platero: Pérez Hernández, M. Orfebrería religiosa en la diócesis de Salamanca (siglos XV al XIX). Salamanca: Diputación de Salamanca, 1990, pp. 45, 183-185.

[27]  CRUZ VALDOVINOS, J. M.; RIVAS CARMONA, J. comisarios. El esplendor del arte de la plata. Colección Hernández-Mora Zapata. Murcia: San Eloy, 2007, p. 168.

[28]  Plata blanca, repujada y cincelada. Diámetro de la base: 14,5 cm; altura: 25 cm; diámetro de la copa: 9 cm.

[29]  Sobre el trabajo de Baltasar de Salazar: CRUZ VALDOVINOS, J. M. Platería. En: A. BONET CORREA, coord. Historia de las artes aplicadas e industriales en España, Madrid: Cátedra, 1982, p. 126; Martín García, F. A. El barroco madrileño. Los Salazar. Antiquaria, 1984, 13,pp. 51-55.

[30] Así señalado en CRUZ VALDOVINOS, J. M. Valor y lucimiento. Platería en la Comunidad de Madrid. Madrid: Comunidad de Madrid, 2004, pp. 152 y 154. Un estudio sobre el marcaje madrileño del Setecientos: Martín García,F. A. Contrastes y marcadores de la platería madrileña en el siglo XVIII. Villa de Madrid: Revista del Excmo. Ayuntamiento, 1983, 77,pp. 25-30.

[31] Plata dorada, repujada y cincelada. Base: 15,5 x 16,5 cm; altura: 28 cm; diámetro de la copa: 8,5 cm.

[32] Yáñez García, J. M. Un “predicador excelente del pincel”. El obispo de Antequera fray Tomás de Monterroso (1664-1678). [Ensayo académico para la obtención del grado de Maestro en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma de México], 2011, p. 8.

[33] Negredo del Cerro, F. Política e Iglesia. Los predicadores de Felipe IV. [Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid] 2001, p. 704.

[34] Pérez, E. Recuerdos históricos del episcopado oaxaqueño. Oaxaca: Impr. de L. San-German, 1888, p. 28.

[35] Pérez, E. ref. 34, p. 29.

[36] YÁÑEZ GARCÍA, J. M. ref. 32, p. 9.

[37] Algunos datos históricos sobre el convento en: Risco, M. Iglesia de León, y monasterios antiguos y modernos de la misma ciudad. Madrid: Oficina de don Blas Román, 1792, pp. 171-180.

[38]  Plata dorada, repujada, cincelada y grabada. Diámetro de la base: 26 cm; diámetro de la copa 8,5 cm; altura del cáliz 36,5 cm; altura total con expositor: 72,5 cm. Sin punzones.

[39] Esteras Martín, C. Presencia de andaluces en la platería novohispana (siglos XVI al XVIII). En: J. PANIAGUA; N. SALAZAR, coord. La plata en Iberoamérica. Siglos XVI al XIX. León: Universidad de León, 2008, pp. 296-298.

[40] Portal del Metropolitan Museum of Art [en línea] [consulta: 27 abril de 2020]. Disponible en:

https://www.metmuseum.org/art/collection/search/769316?searchField=All&sortBy=Relevance&what=Chalices&ft=*&offset=40&rpp=20&pos=44

[41] ABAD VIELA, J. Plateros de Guatemala. El platero Jorge de Mayorga, anteriormente conocido como Pedro Xuárez de Mayorga. En: J. RIVAS CARMONA, coord. Estudios de platería: San Eloy 2013. Murcia: Universidad de Murcia, 2013, pp. 25-29. Recurso digital en: Portal de Los Ángeles County Museumof Art [en línea] [consulta: 27 abril de 2020] Disponible en: https://collections.lacma.org/node/212685

[42] Esteras Martín, C. Coleccionismo de platería americana en España. Artigrama, 2009,24, pp.274-275.

[43] Portal del Museo Arocena de Torreón [en línea] [consulta: 27 abril de 2020] Disponible en:

https://www.museoarocena.com/exhibiciones/exhibicion-permanente/arte-virreinal

[44] HEREDIA MORENO, M.C.; Orbe Sivatte, M.; Orbe Sivatte, A. Arte hispanoamericano en Navarra. Plata, pintura y escultura. Pamplona: Gobierno de Navarra, 1993, pp. 60-61.

[45] PALOMERO PÁLAMO, J. M. Plata labrada de Indias. Huelva: Patronato Quinto Centenario, 1992, pp. 56-57; Sanz Serrano, M. J. Custodias mexicanas. Tradición y originalidad. En: J. PANIAGUA; N. SALAZAR, coord. La plata en Iberoamérica. Siglos XVI al XIX. León: Universidad de León, 2008, p.329.

[46] Otro estudio que aborda la platería de Oaxaca: Martín Vaquero, R. Piezas de platería de Oaxaca (México) en la parroquia de Manzanos (Álava): Legado de don Juan Miguel de Viana. En: J. RIVAS CARMONA, coord. Estudios de Platería: San Eloy 2003. Murcia: Universidad de Murcia, 2003, pp. 345-367.